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jueves, 28 de abril de 2011

È Roma, è amore.



Amor a Roma.
Ciudad de las ciudades
Antigua como los mares,
me enamora.

Profunda es tu mirada, dorada tu belleza.
y aunque a veces dejas entrever tu riqueza,
tu historia escondes entre siglos, bajo tierra.

Ruinas, huellas en tí hincadas por los tiempos.
Romántico orgullo cubre tus templos.
¿Quién cantará el himno de tu movimiento?



Amor a Roma.
Ciudad de las ciudades
Antigua como los mares,
me enamora.


En la hora de la lágrima, te vistes de rojo.
Relucen tus diamantes, incontables y preciosos.
juglares cantan cada día, tu tardío suspiro de oro.

Tu hermosura me ha enseñado qué es el arte.
De tus canciones guardo un estandarte.
Tu recuerdo me ha enseñado a amarte

sábado, 9 de abril de 2011

La verdad.


Su sola postura imponía respeto.
Acallaba las voces con un solo gesto.
Al presentarse, majestad y elegancia,
entraban con ella, e invadían la estancia.

Hablaba sin palabras, tal vez cantaba.
Sus manos al moverse parecía que entonaban
melodías puras, blancas y preciosas.
Reflejo eran sus ojos de la más alta gloria.

Dime ahora que ya no te encuentro:
¿Cuándo decidieron los hombres perderte?
¿Porqué han renunciado a tus vientos?
¿Acaso has traicionado su grisácea mente?

Se ocultaron a tu luz, errando en la noche.
Buscaban justificacarse con palabras de reproche.
Por cuevas oscuras y a caballo de su orgullo,
llegaron a encontrar los animales oscuros.

Ahora permanecen obcecados, sordos.
Son muchos los intentos de imitar tu rostro
y es posible, sin embargo,
que desde hace mucho tiempo, lo hayan olvidado.

martes, 5 de abril de 2011

Testamento.



Ve tú. Busca nuevos mares.
Sé fuerte y veloz,
audaz y precoz.
Yo ya he navegado bastante.

Hijo mío, eres joven y lo sé.
Mas yo, tu padre y capitán,
moriré sobre mi tierra, la mar.
En ti recae ahora el mando del ayer.

Ser capitán no es para cualquiera:
Tus hombres son tu vida;
Tu barco, tu refugio y tu hogar;
Tus manos la medida,
de vientos, olas y tempestad;

Tu alma deberás amarrar,
con 7 cabos fuertemente,
no sea que la sal de la mar,
desvíe tu corazón y tu mente.

Escribo sólo, tumbado en mi lecho.
Esta noche ha ocurrido una desgracia
La gran espada ha dejado una mancha,
y hasta el fondo hundida está en mi pecho.

Quién clavo el acero, no es importante.
No tengo fuerzas para pedir auxilio,
me encontraréis al alba demasiado tarde.
para socorrerme en mi delirio.

Aunque mis triunfos no son cofres,
escúchame, a ti te digo:
Los hombres son tus hombres,
Los mares son tus ríos.
Alcanza lo que te propones,
sé justo, hijo mio.